Las últimas décadas de la historia educativa chilena, están marcadas por un importante crecimiento en infraestructura y equipamiento para prácticas científicas. Las escuelas han hecho esfuerzos por preparar un espacio adecuado para manipular muestras y desarrollar experimentos, considerando el almacenamiento de reactivos, materiales y equipos de acuerdo a sus recursos.
En muchos casos, el trabajo de laboratorio queda a cargo de uno o varios profesores de ciencia, los que además de preparar la enseñanza, deben encargarse de preparar, ejecutar, levantar y guardar los materiales, reactivos y equipos que se utilizarán en las prácticas, lo que aumenta de manera considerable el tiempo y esfuerzo docente empleado.
Pueden producirse varias situaciones a partir de esta premisa: a. Los docentes de ciencias abandonan las prácticas, por consumir demasiado tiempo, esfuerzo y recursos.
b. Las prácticas científicas se mantienen a costa de un esfuerzo adicional de los docentes y estudiantes.
c. Las prácticas científicas se reducen, manteniéndose aquellas de menor esfuerzo y costo.
Todas estas situaciones pueden producir un laboratorio con baja o nula supervisión, con una serie de materiales y reactivos guardados por meses o años.
Una bodega de reactivos sin supervisión puede sufrir deterioro en los envases, superficies y mobiliario, debido a la acción de reactivos concentrados que suelen adquirirse en los laboratorios escolares: ácidos y bases fuertes, solventes y otros cuyos vapores terminan venciendo el sello de los envases originales y propagándose a través del mobiliario, otros envases y hasta la pared y piso del laboratorio.
Otro problema menor, pero no menos importante, es el deterioro de las etiquetas y del orden del inventario de almacenamiento. Con el tiempo y el uso, algunos envases pierden su identificación, transformando su uso en un riesgo potencial para la salud del estudiante y del profesor que manipula el reactivo, aunque se mantenga un inventario y bodega en orden y al día.
El peor de los casos ocurre cuando además de todo lo anterior, se agregan reactivos a la bodega, en envases de alimentos o bebidas, (no aptos para contener reactivos), y sin un rótulo que indique su contenido y/o peligrosidad.
Nuestro trabajo consiste en realizar una inspección diagnóstica para identificar riesgos en el laboratorio, y de ser necesario, aplicar protocolos normados tales como: contener fugas de reactivos, identificar y eliminar envases en mal estado, revisar el inventario y el plan integral de seguridad del establecimiento, entre otros.
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